Albaceas y custodios
Jesús David Aular García guarda
en su aparente fragilidad una reciedumbre indómita; esa cualidad que para él a
veces la ha considerado una adversidad, generó - gracias a su tozudez - frutos
en su querido pueblo natal que desde la visita del Obispo Mariano Martí en
1773, se decía que estaba ya acostumbrado a las sequías del tiempo y del
espíritu.
Desde el día en que a Aular
García se le metió entre ceja y ceja que debía rescatar el patrimonio religioso
de Jadacaquiva, población enclavada en la zona
centro oeste de la
Península de Paraguaná, no hubo tregua ni descanso para ver
convertida en realidad el Museo Diocesano de Inmaculada Concepción de
Jadacaquiva.
El apoyo a esta idea fue
irrestricta, y a la amorosa vigilancia que por mas de sesenta años le brindó y
aun brindan las hermanas Caldera, se le sumó el ímpetu renovador del joven
Aular, seguido por otros de sus contemporáneos parroquianos empeñados en preservar
el patrimonio religioso celosamente guardado en el templo Inmaculada Concepción
de Jadacaquiva, pero - hasta ese momento – desprovisto tanto de la necesaria
memoria histórica, como de protección física institucionalizada que lo liberara
de posibles expolios.
Silenciosa custodia de lo sagrado
No debe ser sencillo cuidar lo
sagrado, más aun sí sobre el valor espiritual de un objeto revestido de fe, también
recae un incalculable valor material. Las hermanas Caldera por mucho tiempo
asumieron la tarea de velar por la iglesia de su pueblo y concientes de su
responsabilidad, también guardaron celosamente una pieza que ejemplifica con
creces ambos valores. Hoy esa responsabilidad la lleva la Dirección del Museo
Diocesano.
Dicha pieza, es una custodia dorada,
con forma de sol bordeado por 39 rayos, siendo el rayo vértice un crucifijo que
sirve de remate. Está soportado por una peana cilíndrica y abovedada del que se
desprende un astil formado por seis esferas superpuestas que van reduciéndose
progresivamente de tamaño hasta llegar a la custodia misma. Su origen aun no se
ha determinado, pero al parecer data de la misma época en que se construyó el
templo (1747), fecha a partir de la cual la fe y la querencia dieron inicio a
esta historia.
Custodia de la Iglesia Inmaculada Concepción de Jadacaquiva |
¿Qué es una custodia?
(2) De la Maza, Francisco, Cinco cartas barrocas desde Madrid en Cuadernos Americanos, vol 99, Madrid, 1958, pág. 178.
(3) Frazer, James, La Rama Dorada, Magia y Religión, FCE, México, 1993, págs. 41 2-418.
Custodia,
también llamada ostensorio u ostensorium (del latín ostentāre, "mostrar"). En
el culto católico, es la pieza de oro o de otro metal precioso, donde se coloca
la hostia, después de consagrada, para adoración de los fieles. (1)
Sus formas son
distintas, pero una de las más comunes a partir del siglo XVI son las que
tienen forma de sol radiante. Como el ostentado por la custodia de la Iglesia Inmaculada
Concepción de Jadacaquiva, la cual se
presume data desde los orígenes del templo en 1747. Esta pieza es de oro y para
el momento en que se hizo este reportaje había sido trasladada a una casa de
orfebrería en Maracaibo para efectuarle trabajos de mantenimiento y
restauración.
La custodia en la liturgia católica
El culto a la Eucaristía es uno de
los más importantes para la Fé
católica, debido a su profundo significado simbólico, pues encarna la Resurrección y la
presencia real de Cristo en la
Hostia consagrada. La exaltación más grande de la Eucaristía la ha hecho la Iglesia a partir de la Celebración de la Fiesta del Corpus Christi. El
elemento principal de la fiesta era por supuesto la Custodia. Claro
ejemplo del sentido que el Barroco dio a este tipo de celebraciones en donde el
arte era utilizado para hacer una permanente ofrenda a Dios a través de los
frutos de la naturaleza (2).
Las Custodias de Sol en la teología y en la
mitología
A diferencia
de las grandes Custodias españolas del Renacimiento, cuyas magistrales formas
arquitectónicas las relacionan con las catedrales góticas, comienzan a aparecer
a mediados del siglo XVI, las Custodias de Sol, llamadas así debido a su forma.
Un elegante astil que brota de una peana, sostiene un radiante sol, rodeado de
rayos. No se sabe con exactitud las razones para modificar un estilo de tanta
tradición. Es probable que tenga implicaciones teológicas e ideológicas, relacionadas
con los procesos de evangelización. No hay duda de que ciertos sectores de la Iglesia católica,
especialmente los Jesuítas, insistieron en la identificación de Cristo con el
Sol de justicia, Sol de la
Rectitud. Como entre las tradiciones indígenas se encontraba
la de la adoración al sol, es probable que no haya sido para ellos tan difícil
aceptar esta alegoría cristiana de tan marcada similitud con sus antiguas
creencias.
Vista parcial frontal |
Ahora bien, para
el caso de la custodia de la
Iglesia de Jadacaquiva, la distribución de las esferas a lo
largo de la peana, pudiera tratarse de una alegoría de los 6 planetas de la
antigüedad que eran y son visibles a simple vista, es decir la Luna, Marte, Mercurio,
Júpiter, Venus, Saturno y finalmente el
Sol.
El culto solar
es de una universalidad innegable que comprende como hemos visto, a las
culturas precolombinas. Tanto la
Fiesta del Dios-Sol entre los Incas, llamado Inti-Raimi, como
la de Osiris o la de Atis, se celebraban en el Equinoccio de primavera, es
decir a comienzos del mes de junio. Por su parte, en la Iglesia Cristiana,
la Fiesta del
Corpus Christi, también es una celebración del mes de junio, dado que tiene
lugar el jueves, después de la
Dominica i de Pentecostés. También así como al 25 de
Diciembre se le considera como la fecha del nacimiento de Cristo, los antiguos
celebraban la Natividad
de Mitra o la de la
Diosa Celestial a la que los semitas llamaron Virgen Celeste,
pues ese día era el señalado como el de la "Natividad del Sol", ya
que a partir de él, los días..."comenzaban a alargarse, acrecentándose su
poder desde ese momento crítico”. (3)
Fuentes de consulta:
(2) De la Maza, Francisco, Cinco cartas barrocas desde Madrid en Cuadernos Americanos, vol 99, Madrid, 1958, pág. 178.
(3) Frazer, James, La Rama Dorada, Magia y Religión, FCE, México, 1993, págs. 41 2-418.
Elaborado por:
Salomón Lugo C
Pasante UNICA - Coro
Foto: Jesús Aular G.