Licdo. Miguel Barreno Jatar
Cronista de Santa Ana de Paraguaná
Les hablaré de un pueblo peninsular que a decir de un
buen número de historiadores, geógrafos, exploradores, naturalistas y viajeros,
es considerado como la capital histórica de la Península de Paraguaná. No soy nuevo en la labor de estudiar el pasado de
Santa Ana. Llevo más de cincuenta años hurgando en los papeles de la historia
de este pueblo. Desde mi adolescencia.
Siendo un estudiante de periodismo
en la Universidad Católica Andrés Bello esperé ansioso el momento de presentar
mi anteproyecto de Tesis de Grado para optar al título de Licenciado en Comunicación
Social, mención impresos, el cual fue aprobado con el nombre de “Un pueblo, un templo y una
montaña”, una serie de reportajes relacionados con Santa Ana, que hoy continúan
hablando de mi pueblo natal, del cual soy su Cronista.
Del legado histórico del hombre indígena, al que
dedicaré la mayor parte de este trabajo histórico, mítico y legendario. De su iglesia, Monumento Nacional de Venezuela y Patrimonio
Histórico y Artístico de la Nación. Primera iglesia construida en Venezuela -siglos
atrás- por indígenas y españoles…hoy Santuario Diocesano de los santos esposos
Joaquín y Ana.
Su hermosa torre “La Torre del Sol”, lo más original
de todo el conjunto arquitectónico, con una escalera en forma de caracol, no
tiene comparación con otra del país. Por su insólito diseño, se la distingue
como ejemplar único dentro de la arquitectura colonial venezolana. Se dice que fue construida un siglo después
que la iglesia, a manera de atalaya, en la que los españoles resguardaban a sus
familias de los ataques indígenas…de allí que sus ventanas sean ojivales, para
evitar la entrada de las flechas. Hoy funge de campanario con campanas que
datan de siglos pasados.
Y de su Cerro, decretado por el Gobierno Nacional
como Monumento Natural de Venezuela, el 14 de junio de 1972, por considerar que
“…el
macizo montañoso denominado Cerro Santa Ana es una formación natural de interés
científico y estético, y que requiere especial atención por su interesante
flora y fauna, por la belleza de su paisaje y por originarse allí fuentes de
agua de capital importancia para la región”. Es el principal pulmón vegetal
de la Península de Paraguaná. De la declaratoria de este acontecimiento, se
cumplen 40 años, en junio próximo.
En verdad, la historia se recrea en Santa Ana, pueblo
fundado -según los estudiosos en la materia- al promediar los días del siglo XVI, por lo que estamos en presencia
de un pueblo cuyos orígenes datan desde los días de la conquista y de los de la
fundación de la ciudad de Coro, ayer primera capital de Venezuela.
Hay una tesis que afirma que su fundación fue en 1538
por frailes españoles en las tierras de la agreste Chamuriana, asentamiento
indígena ubicado en las faldas del cerro Santa Ana, donde hoy día se encuentran
-a flor de suelo- valiosos restos de cerámica precolombina, obra de nuestros
antepasados, así como instrumentos de labranza y rudimentarias armas como
puntillas, hachas y cuchillos.
De esta fundación, Juan de la Cruz Esteves, Cronista
Mayor de la Península de Paraguaná, afirma que:
“…sin lugar a dudas, Santa Ana es el pueblo más
antiguo levantado por los españoles en tierras peninsulares. Su fundación fue
iniciada por frailes franciscanos junto a la aldea de Chamuriana, lugar ya
conocido por estos religiosos desde el año 1519 cuando visitaron la Península
de Paraguaná y establecieron su Misión Evangelizadora en este lugar habitado
por indígenas, donde había agua abundante que bajaba del Cerro…y hasta se cree
que Santa ana fue primero que Coro por el hecho de que para el año 1678 cuando
nos visitó el obispo Antonio González de Acuña, el oratorio de San Gabriel del
hoy pueblo Cumarebo, pertenecía al territorio parroquial de Santa Ana de
Paraguaná”.
Pero lamentablemente, esta tesis carece de una base
documental que la sustente. Y si continuamos hurgando en los libros, nos
encontraremos con una serie de autores y fechas, que nos pasean por episodios
históricos y mapas. Precisamente, son los mapas los que nos aportan mayor
información para ubicarnos en los tiempos de su fundación. Como la del obispo
Mariano Martí, quien visitó la iglesia de Santa Ana en 1577 y afirma que en un
plano de 1546, Santa Ana ya aparecía como un pueblo de indios caquetíos.
Y en dos mapas descubiertos hace unos cuantos años en
el Archivo de Indias, en Sevilla, España, de los cuales se ha llegado a decir
que son los más antiguos que se conocen de Venezuela, Santa Ana aparece también
como poblado indígena. Estos mapas datan de los años 1546 y 1578. A pesar de ello, Santa Ana no tiene Partida de
Nacimiento, por tanto no sabemos cuántos años tiene.
De sus primeros habitantes sabemos que fueron indios
libres de tributo, de los llamados de la Real Corona pertenecientes a las
tribus caquetías que tenían su asiento en la parte llana de la ciudad de Coro,
con Manaure como cacique de la tribu.
Un censo de 1795 indica la existencia de 7.133 indios
libres en el territorio de Coro. De esa cantidad, unos 4.000 habitaban los
pueblos de Santa Ana y Moruy. Los otros estaban repartidos en el mismo Coro, La
Vela, Cumarebo, Zazárida, Mitare y Borojó.
Con respecto a la doctrina indígena, Martí dice que
en Santa Ana no había corregidor. La máxima autoridad era el Teniente de Coro,
sin comisionado en el pueblo. Tampoco había cacique, sólo un cabildo con dos
alcaldes ordinarios, otros dos de hermandad y cuatro corregidores.
Se dice que eran indios laboriosos, obedientes en materia
religiosa y cultivadores de sus tierras. Que eran muy tranquilos hasta tanto no
se metieran con sus creencias y pertenencias. En 1766, por graves daños
recibidos en sus posesiones por parte de los hacendados, dueños de los hatos
circunvecinos, los indígenas se sublevaron debido a que a causa de la sequía,
estos hacendados movilizaban su ganado hasta las faldas del cerro, por lo que
las sementeras de los naturales sufrieron una total devastación.
Agotados todos los esfuerzos para solucionar el
problema, a los indígenas no les quedó otra alternativa que recurrir a la
guerra, a luchar con sus rústicas armas, a practicar la matanza de reses
depredadoras y finalmente, a enfrentarse con gran fuerza y coraje a la
prepotencia de sus amos y caporales.
Un facsimil del documento original que lo
contiene, dice que el pleito fue llevado a la Real Audiencia de Santo Domingo,
por intermedio del Justicia Mayor de la ciudad de Coro, y que este tribunal,
con fecha 20 de julio de 1766, dio su fallo a favor de nuestros indígenas.
Santa Ana de Paraguaná
en la gesta independentista de
Venezuela
En el libro titulado “La Guerra de Independencia en
Coro y Paraguaná” el historiador falconiano Pedro Manuel Arcaya, nos refiere la
actuación de los indígenas que habitaban las tierras de Santa Ana y Moruy, así
como el papel que desempeñó nuestro templo y la iglesia como institución social
en los sucesos independentistas de 1821, mediante un documento manuscrito
firmado por Juan José García, un indio moruyero aficionado a las letras y a la
lectura,
Destaca, por otra parte, que en 1842 Santa Ana era la más bella
población que tenía la Península de Paraguaná…grande y rica se ostentaba en
aquella época.
Antes de adentrarnos en el relato de García, es
importante escuchar a Carlos Arcaya, hijo de Pedro Manuel Arcaya….“Hasta
1821, Coro fue el más fiel baluarte
realista. Sin embargo el 9 de mayo de 1821, un grupo de independentistas se
reunió en Pueblo Nuevo de Paraguaná y allí declararon su adhesión a la Gran
Colombia. Trescientos años de este régimen habían llevado a los caquetíos al
profundo convencimiento que Rey e Iglesia eran sus protectores. El supuesto pacto
de alianza con Juan de Ampies se había convenido en el deber de defender sus
aliados y era este asunto de honor para los indígenas”.
Cuenta el indígena que al saberse en Santa Ana y
Moruy el alzamiento de mayo de 1821 por parte de los patriotas de Pueblo Nuevo
y declararon su adhesión a la causa independentista, se reunieron los caciques
hereditarios de ambos pueblos Juan
Alberto Núñez y Martín López de La Chica y acordaron resistir la revolución.
A través del sistema indigenista acostumbrado de
encender fogatas en las alturas del cerro Santa Ana en caso de novedad mayor,
reunieron sin demora a sus hombres y así, congregados todos en la plaza del
pueblo santanero, expusieron ambos caciques los sucesos acontecidos en Pueblo
Nuevo. De esta forma, el propósito mutuo de que los dos pueblos se levantaran
en armas a favor de Fernando VII, Rey de España, fue acogido con entusiasmo por
todos los presentes.
Anota en sus memorias el viejo García, que
inmediatamente fueron abiertas las puertas de la iglesia, se confesaron los
indígenas con el cura quien luego sacó del Sagrario la Santa Custodia y ante la
presencia de todos arrodillados, colocado el libro de los evangelios sobre el
altar, juraron vivir o morir defendiendo los derechos del Rey de España y de la
religión católica.
En la plaza del pueblo, frente a las puertas del
templo se sucedieron fuertes enfrentamientos entre indios y patriotas. Una
guerra de parte y parte, una especie de rabia y frenesí en la que desconocían
el perdón y la misericordia.
Aclara el señor García que lo que se llevó a cabo no
fueron combates, pues no había ejércitos…sólo un afán de venganza era lo que
los animaba…guerrilleros, que conociéndose unos a otros se buscaban con odio y
donde quiera que se encontraban se mataban sin piedad alguna. Tan así, que
desde el tiempo de la conquista no se había vuelto a ver indios tan tenaces
como éstos, concluía sus memorias el informante de Moruy.
Vuelve Arcaya, hijo, para cerrar este aparte de
luchas independentistas para afirmar que“…los indios murieron en defensa de Fernando
VII, porque un lejano antepasado suyo, aconsejado por los teólogos, les había
reconocido su dignidad de hombres libres y ellos habían dado su palabra de
defender a sus descendientes, por tanto, por ninguna causa material
lucharon…todo fue cuestión de principios y su lucha fue contra las clases
partidarias de la Independencia”.
Sea cual fuere la causa, con razón o sin razón, el
suicidio de esta noble raza adquiere hoy valores de grandeza…por ser nobles y
leales a una causa…y por luchar en condiciones desiguales, en cuanto a
apertrechamiento se refiere.
Esta es una visión a manera de síntesis de la
historia del hombre indígena santanero. El calificativo de leales puede ser el
que les defina exactamente como hombres valientes
que lucharon y soportaron a favor de una
causa que aunque desconocían, nunca traicionaron. Hombres de convicción. De
palabra empeñada y de palabra cumplida. Tan diferente al politiquero hombre de
hoy, el que en el alba del día defiende una causa o color partidístico y en el
momento del ocaso del astro rey…salta la talanquera y de buenas a primera
defiende otra, sólo por intereses propios, intereses que le beneficien…los bien
llamados politiqueros de oficio.
El mito de
la serpiente emplumada
Entre mitos y leyendas crecimos y vivimos en Santa Ana. Vicente
Barreno, El Cuentero del Cerro, va más allá de la vida real del Cerro Santa
Ana. Su imaginación que es un volantín de sueños lo lleva al mundo de los mitos
y las leyendas con lo que da vida imaginaria a la montaña. El mito habita en
él. Cuenta que en el Cerro hay una serpiente encantada vestida de un luminoso
plumaje con colores atornasolados, similares a las plumas del faisán. Que esa
serpiente es un genio que cuida el Cerro, y por eso, muchas veces en la quietud
de la montaña, la gente ha escuchado voces, secreteos, carcajadas, gritos, acordes
de violines y muchos otros ruidos.
Que una vez estando de
visita en el Cerro, como a eso de las seis de la mañana, él escuchó el grito de
la culebra, pero no la llegó a ver… “Qué lástima, porque a mí me habría gustado
mucho admirarla, aunque fuera de lejos”, confiesa acongojado, mi hoy anciano padre.
Que en otra ocasión volvió
a subir al Cerro acompañado por Goyito Villa, quien por momentos se quedó
callado para decirle que por ahí cerca alguien se estaba riendo a carcajadas.
Él le respondió que se quedara callado, que ni le susurrara nada, porque esas
eran las risas de un genio que en forma de serpiente cuidaba el Cerro.
Que Roso Méndez, oriundo de
Misaray; Antonio Quero, residente en Machoruca, y Pedro Juan Dávila y Luis
Caguado, nativos de Santa Ana, la han visto y oído sus gritos, quedando
asombrados por lo horripilante que se escucha y la luminosidad de su cuerpo,
tan distinto al de las culebras de los montes santaneros. Todos ellos
confesaron las formas como la percibieron en los momentos respectivos.
Roso dijo que la vio pasar
lanzando gritos por encima de lo más alto del picacho central del Cerro, y que
le dio mucho miedo porque los chillidos eran horrorosos, tan así que los demás
animales que hacen vida diaria en la montaña salieron despavoridos a protegerse
en sus nidos y cuevas.
Antonio Quero también
afirma que la vio y lo encandiló con sus ojos luminosos que eran muy brillantes
e impresionantes muy parecidos a dos platos de aluminio, agregando que la
culebra mide como unos 15
metros de largo y a medida que avanza va levantando las
plumas como si fuera un pavo real.
Pedro Juan y Luis cuentan que escucharon los gritos del
reptil mientras pastoreaban las cabras hacia los corrales de sus casas, en
horas de la tarde. Dijeron que eran unos gritos tan, pero tan fuertes, que
“…casi nos se reventaban los oídos”.
El Cuentero afirma que en
otrora, la gente santanera decía que cuando la serpiente gritaba o bordeaba el
Cerro el año iba a ser muy próspero, que iba a llover mucho y todo esto sería
muy bueno para la siembra y la cosecha.
Para llegar al mito, el
Cuentero se transporta con toda seguridad a los tiempos de los imperios
indoamericanos hasta llegar a la mitología maya con la representación de
kukulcán en chichen itzá; y a la mexicana, a través de Quetzacoalt, deidad de
la cultura azteca, diosa de las mujeres, en especial de la chichimeca, y al
estudiarla a plenitud, logra que el mito de ambas culturas se vuelva santanero.
La leyenda de la aparición de la imagen de Nuestra Señora de Santa Ana a la princesa indígena
Siraba
Muchas son las
leyendas indígenas que se recrean en la paraguanera tierra santanera. Una de
las tantas que se solazan desde tiempos inmemoriales en las páginas de la historia
del estado Falcón, es la de la aparición de la imagen de Santa Ana a Siraba,
princesa caquetía nacida en la aldea Chamuriana, génesis de esta histórica
población peninsular, según la voz popular de la región.
Cuentan que Siraba
danzaba a los pies del Cerro Santa Ana todos los domingos, Día del Señor,
ritual al que los indígenas le atribuían poderes para que las lluvias llegaran
al poblado y regaran sus sembradíos. Sólo de esta manera se podrían lograr las
cosechas de maiz, millo y gramíneas. Y anualmente, tal como era tradición, las
lluvias se hacían presentes en Santa Ana a mediados del séptimo mes del año.
Un caluroso
domingo 26 de julio, Siraba danzó con más devoción que nunca, debido a una
fuerte sequía estaba azotando al pueblo, matando a los animales y acabando con
las cosechas de aquellos días.
Y sucedió que
mientras danzaba, una luz radiante ubicada en lo más alto del picacho central
de la montaña la iluminó de una manera incandescente que por momentos la
encegueció. Siraba se levantó inmediatamente y se lo comunicó emocionada a su
hermano Moruy, quien siempre la acompañaba en la danza tocando la flauta,
propiedad de uno de los misioneros que
les evangelizaban en la iglesia de Santa Ana.
Al comprobar tal
maravilla Moruy se postró ante la imagen tocando la flauta con mas intensidad y
devoción, mientras que Siraba se retiraba del lugar corriendo hacia el templo
en busca del misionero para contarle la buena nueva. De seguidas ambos
volvieron a los pies de la montaña y allí el religioso pudo comprobar que la
imagen que resplandecía en el Cerro era la de Nuestra Señora Santa Ana.
Admirado también
el misionero volvió a la iglesia y convocó a todos los habitantes del pueblo
para que presenciaran tan divina aparición y
mientras esto sucedía la lluvia se hacía presente en el pueblo y los
lugareños, conucos y los animales se vieron beneficiados con las aguas que les
llegaba en tan oportuno momento.
Como señal de
agradecimiento y bajo la mirada del jesuita, los indígenas danzaron todo el día
y desde aquel momento la imagen de Santa
Ana, madre de la virgen María y abuela del Niño Jesús, se constituyó en la
patrona espiritual del pueblo santanero.
Miguel Barreno Jatar
Jornadas de Historia de la Península de Paraguaná
Universidad de Falcón. Punto Fijo. Estado Falcón
Punto Fijo, viernes, 16 de marzo de 2012.
Nota: Al concluir la ponencia del Licdo. Barreno, Danzas Siraba, agrupación artística de Santa Ana de Paraguaná, basada en el texto final de la ponencia estrenó una
producción en la que la danza, la música y el drama nos trasladaron a los presentes a mil quinientos y tantos, años atrás.
MIGUEL BARRENO JATAR - CURRICULUM VITAE
Nació
en Santa Ana de Paraguaná, estado Falcón, el 8 de mayo de 1949. Cursó
estudios de primaria en su pueblo natal y secundaria en Punto Fijo, estado
Falcón.
Es
Licenciado en Comunicación Social, mención Impresos,
egresado
en 1981de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB); con
estudios de post grado en la Universidad Central de Venezuela, institución
que en 1985 le otorgó el título de Especialista en Comunicación Cultural.
Durante
30 años ha orientado su labor profesional hacia
el Área de la Responsabilidad Social
Empresarial (RSE) en los
sectores Educación, Salud y Cultura, como
Coordinador de Programas Institucionales del Banco Mercantil.
En
2011, con motivo de la conmemoración del
cincuentenario de la creación de la
escuela de Comunicación Social de la UCAB, esta
Casa de Estudios le distinguió como el periodista ucabista con
más años de trayectoria en el Area de la REP en Venezuela.
Como
Cronista de Santa Ana ha publicado las siguientes obras:
- Un pueblo, un Templo y una Montaña.
- Cerro Santa Ana…Monumento Natural de Venezuela.
- Tiempo de Papagayos…Tiempo de Volantines.
- Chamuriana…génesis de Santa Ana de Paraguaná.
- Fiestas Patronales de Santa Ana.
- Frases.
- Vicente Barreno…muchos te quiero y una despedida.
- Poemas del Camino.
- El Milagro del Año.
- Venezuela…un canto a la Naturaleza.